Por Luz Marina Cárdenas, cronista comunitaria
La mañana en la plaza de mercado
de Bosa comenzó como tantas otras: vendedores acomodando frutas, vecinos
saludándose entre puestos, niños corriendo entre canastos. Pero algo flotaba
distinto en el aire. No era solo el aroma del cilantro fresco ni el vapor de
las sopas madrugadoras. Era orgullo. Era historia.
Bogotá acababa de ganar el Earthshot Prize 2025, el premio ambiental más prestigioso del mundo. Y no por una promesa lejana, sino por lo que ya se respira en las plazas, en los barrios, en las ciclorrutas que cruzan la ciudad como venas verdes.
En medio del bullicio, doña
Maritza, lideresa ambiental de la plaza, se detiene frente a su puesto de
hierbas. “Esto no lo ganaron los de arriba. Lo ganamos nosotros, los que
limpiamos, los que enseñamos, los que no dejamos que la basura se trague la
plaza”, dice con voz firme y mirada de orgullo.
Doña Maritza lleva más de diez
años promoviendo el reciclaje, la separación de residuos y el respeto por el
espacio público. Con sus manos curtidas por el trabajo y su voz entrenada en
asambleas, ha enseñado a comerciantes, cocineras y jóvenes a cuidar el aire que
respiran. “Antes nadie hablaba de eso. Ahora hasta los niños me preguntan dónde
va el plástico”, cuenta mientras acomoda unas bolsas reutilizables.
Bogotá fue premiada en la
categoría “Clean Our Air” por reducir el material particulado fino (PM2.5) en
un 24% entre 2018 y 2025. Lo logró con buses eléctricos, más de 600 km de
ciclorrutas, y zonas como ZUMA en Bosa, donde el pavimento, los árboles y el
transporte limpio se convirtieron en política pública y en paisaje cotidiano.
Pero la verdadera transformación
no está solo en los informes. Está en la cultura directa de quienes manipulan
residuos, en las cocineras que separan lo orgánico, en los comerciantes que ya
no queman cartón, en los vecinos que preguntan cómo reciclar. Está en la
conversación que ocurre entre tomate y cebolla, entre el pregón y el consejo.
Bogotá compitió con más de 2.400
iniciativas de 72 países. Y ganó. Porque entendió que el aire limpio no se
decreta: se construye desde abajo, desde la plaza, desde la comunidad.
Hoy, mientras el sol se cuela
entre los techos de zinc y los árboles nuevos, la plaza celebra sin saberlo.
Cada bolsa bien dispuesta, cada bicicleta que pasa, cada niño que respira sin
toser, es parte de esa historia.
Bogotá no solo ganó un premio.
Ganó el derecho a contar su transformación. Y en cada UPZ, en cada periódico
comunitario, esa historia merece ser escrita, compartida y defendida. Con doña
Maritza al frente, la plaza no solo respira: inspira..
Entrevista con doña Maritza, voz ambiental de la plaza
Por: Luz Marina Cárdenas ,
cronista comunitaria
¿Por
qué es tan importante ZUMA para la comunidad?
“Porque nos devolvió el derecho a
respirar. Antes esto era puro polvo, huecos y humo. Ahora tenemos árboles,
calles pavimentadas y menos camiones contaminando. La gente camina más,
conversa más, y eso también limpia el aire.”
¿Qué
significa para usted que Bogotá haya ganado el Earthshot Prize?
“Es un orgullo. Pero más que un
premio, es una responsabilidad. Nos están mirando desde el mundo, y tenemos que
demostrar que el cambio empieza aquí, con lo que hacemos cada día en la plaza,
en la casa, en la calle.”
¿Cómo
vive la comunidad el aire limpio en la plaza?
“Se nota en los pulmones y en el ánimo. Ya no hay tanto humo, los niños juegan sin toser, y hasta los vendedores están más atentos a separar la basura. El aire limpio nos ha traído conversación, respeto y ganas de cuidar lo que es nuestro.”

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