Cuando hablamos de políticas culturales de base comunitaria tomamos como referencia el programa Cultura Viva, creado en Brasil en 2004, y los programas Puntos de Cultura lanzados en Argentina (2011), Perú (2012), Costa Rica (2015), Uruguay (2017), Paraguay (2021) y Chile (2022). Sin embargo, son varias las iniciativas gubernamentales en Iberoamérica que apuestan a la cultura como vínculo fundamental para transformar realidades y buscan reconocer y potenciar las iniciativas culturales de las comunidades en los lugares donde ocurren.
Con ese modelo de política pública, en vez de
imponer acciones y conductas, el Estado reconoce la importancia de la cultura
producida en cada localidad. En vez de imponer una programación cultural,
reconoce y potencia las iniciativas culturales de la comunidad en el lugar
donde ocurren, conforme sus necesidades y planes de trabajo. Autonomía y
protagonismo social son palabras clave de ese proceso continuó que inspira cada
vez más países (y ciudades) en Iberoamérica.
Se entienden por organizaciones culturales comunitarias aquellas
que desarrollan una acción cultural, educacional y/o de comunicación popular
vinculada a un determinado territorio, permanentemente y no directamente
vinculadas al ámbito estatal o al mercado de bienes, productos y servicios
culturales.
Son “cultura viva” iniciativas desarrolladas
en/por centros culturales, radios o televisión comunitaria, diarios barriales,
grupos de teatro, danza, circo, artes visuales, grupos que trabajan con cine,
literatura, rescate de identidad, saberes tradicionales, alternativas
económicas solidarias y colaborativas… Son muchas las posibilidades de
actuación en las comunidades, teniendo en vista el estímulo a la creatividad y
el respeto a la dinámica local.
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