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Los ángeles azules |
Buenos días, buenos días, ¿cómo están? Mucho
frío, ¿no? ¿Se van a ir con nosotros? Para que vayan, desayunen y se bañen”,
les dice uno de los ángeles a una pareja que duerme debajo del puente peatonal
que cruza el caño. Después de unos minutos bajan y siguen adelante sin éxito.
“Es que la señora no se quiere ir, y si ella
no va, pues el señor no va. Entonces es muy difícil así”, dicen mientras saltan
los charcos y los escombros que se han formado en el canal por la basura que
llega allí después de ser desechada por los habitantes del barrio que queda al
lado.
Y es que sí, la labor no es fácil. No solo
por la negativa de las personas que convirtieron la calle en su hogar, sino
porque para hacer ese trabajo se necesitan agallas y dejar los prejuicios a un
lado. “Ellos son seres humanos como tú o como yo y hay que tratarlos así. La
gente piensa que porque están en la calle no les gusta nada y eso es mentira,
en este caño te puedes encontrar a muchos que son locos por el fútbol, hinchas
de Millos o Nacional, otros políglotas y hasta los que saben de física o
química. Son personas comunes y corrientes que eligieron mal”, asegura Felipe, uno
de los ángeles azules que pasó mucho tiempo en la calle y ahora, desde una
oficina, les enseña a otros ángeles este trabajo.
En un día pueden convencer a unos cinco
habitantes de calle para que vayan a los centros de ayuda. En una jornada
intensiva como la que se realizó hace dos semanas en el barrio Veraguas,
después de tres días, y según la Secretaría de Integración Social, la ayuda la
aceptaron 152 personas. Una cifra nada despreciable teniendo en cuenta que a
veces, en un solo día, pueden convencer a tres o cuatro
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