“Es un gran golpe para
nosotras ver cómo las sabedoras mayores abandonan la partería, porque en su
iglesia les dicen que es hechicería”, explicó Lizeth Quiñones, presidenta de la
Asociación de Parteras Unidas del Pacífico, Asoparupa.”
En ese camino quedó claro que
la partería es un saber ancestral de las comunidades más adentradas de las
selvas del Pacífico. Entre ellos está la falta de aprecio de su labor en
las comunidades y algunos médicos del sistema de salud que lo ven como una
práctica empírica, relacionada más con la pobreza que con la cultura.
Sin embargo, se mantiene
vigente porque allá donde no alcanza a llegar la medicina occidental ni el
Estado, está la matrona que se monta en una chalupa a cualquier hora del día
para atender los partos y aconsejar a las mujeres en sus ciclos de fertilidad.
“En manos de una partera los niños nacen en comunidad”
Por esa presión, las
parteras se enfrentan a una encrucijada: cuando entran a las iglesias tienen
que elegir si ocultar, modificar o abandonar la práctica. Para que no les digan
que practican brujería.
El “secreto” es un
conocimiento que pasa de generación en generación y reposa en la memoria de las
parteras. Así que si las más ancianas se van, todo el saber se pierde, explica
Carlos Alberto Velasco, un investigador que lleva 20 años estudiando a las
cantadoras más antiguas del norte del Cauca y sur del Valle.
Después de la declaratoria
de patrimonio a las parteras les espera un largo camino de socializar su conocimiento
para preservarlo y conciliar con los cultos cristianos
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